jueves, 20 de septiembre de 2012

Pasaba el niño pasaba mirando el sol riendo de nada,
las calles se le adueñaban de su inmensa locura, locura ordinaria.
Envejecía en su joven corazón los tallos de esa rosa,
rosa roja que se marchito en su adiós.
Miraba el descenso de perdón, la carencia de auxilio porque sus gritos, sus gritos lo durmió,
aquella noche que nunca más volvió.
Y así quedó apenado en su oscura habitación, llorando todas las noches suplicandole a dios
que le recuerde al oido esas palabras de aquella voz que jamás podría volver a oir.

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